Eutanasia: ¡Han ayudado a morir a un hombre sano!

A los familiares, además del dolor, les queda la amarga conciencia de que se podía haber salvado a D’Amico. Bastaba un examen más profundo, bastaba un debate, bastaba una llamada a la familia, realizada antes, no después.


Ahora seremos un poco controvertidos con las palabras, pero “suicidio asistido” quiere decir que si alguien se presenta diciendo que quiere morir, en lugar de tenderle la mano, los oídos, el corazón, se le ayuda a escoger el medio con el cual salir del mundo. Todos tienen la experiencia personal de sostener a un padre, un hermano, un amigo, un primo, un conocido que ha atravesado o traviesa un momento de especial dificultad y fragilidad psicológica. Nadie, sin embargo, piensa que la solución del problema pueda encontrarse en la eliminación del que tiene el problema mismo.

Vivimos en una sociedad desanimada, replegada sobre sí misma, en la que la eutanasia está patrocinada con extrema ligereza por falsos filántropos que piensan que la única respuesta a una cuestión de soledad, de sufrimiento, de abandono, se encuentra en la promoción de un viaje sin retorno.
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