Eutanasia: ¡Han ayudado a morir a un hombre sano!

Pero no faltan signos de despertar y de esperanza. El Papa Francisco en Lampedusa ha hablado al corazón y a las mentes: ¿dónde está tu hermano? Pregunta que no puede quedar sin respuesta o, peor, que no se puede responder exhibiendo una distorsionada forma de compasión que suena más como el enésimo intento de eludir responsabilidades que como un hacerse cargo realmente. “No lo sé, acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Sí, lo somos. No por ser católicos, sino por ser hombres. Guardianes no en el sentido de supervisores vigilantes, sino en el de los que miran al otro y se reconocen en él, sobre todo cuando la mirada restituye la imagen más dura de ver, la de quien pide ayuda.

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