La concepción del aborto como un derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo, parte de dos errores fundamentales. El primero, considerar al ser humano que la madre lleva dentro como «su propio cuerpo»; a partir de las 20 semanas más o menos, ese ser humano puede, incluso, tener vida propia al aire libre. Y, en segundo lugar, una cosa es despenalizar el aborto en determinadas circunstancias extremas, como ocurre ahora en España, y otra muy distinta es convertir esa despenalización en un derecho.
Esta confusión entre «derecho»y «despenalización» es lo que me parece más grave del proyecto de ley del Gobierno, revestido de ese manto lingüístico buenista, denominándolo «interrupción voluntaria del embarazo».