¿Aborto sí o no?

El Estado, el de cualquier color político, debería presentar el aborto con imágenes tan crudas como las de los tetrapléjicos de las campañas de tráfico; los médicos que atienden los abortos tendrían que ejercer de reporteros gráficos regalando a las pacientes fotos de ese blood money que ganan con el valor de una vida, porque así, a lo mejor, muchas de esas niñas de dieciséis asiduas a sacarse los fetos de la tripa, a las que ahora el Gobierno permite abortar sin el consentimiento de sus padres, descubrían que ese ente extraño al que le latía el corazón que les han extirpado no es un momentito y ya.

El planeta está estresado y no va a echar de menos a unos pocos individuos menos de la raza humana, y a algunos, si iban a nacer en el llamado Tercer Mundo, hasta se les puede ahorrar el trago. Comete un homicidio consentido por el Estado, vale; no serás la primera ni la última, forma parte de tu condición humana -no matamos niños para comérnoslos sino porque no nos va bien-, pero al menos, como diría la mamá de los Recuero-Oliva, ten los cojones de hacer el duelo y mirar con adultez de frente a la víctima que vas a echar al cubo de la basura y a la sombra que proyectas al pirarte de la clínica.
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