Entretenimiento - Otra vez, no al aborto

La cuestión es rechazarlo de plano como se hace con un asesinato. Condenar cualquier intento de homicidio premeditado. Hay que ser obcecadas. Apasionadas. Tercas. Obstinadas. Obsesionadas. Pertinaces. Tozudas. Empecinadas para defender la existencia. Decirles que no y mil veces que no. Declararnos atrasadas. Arcaicas. Anticuadas. Pasadas de moda. Fanáticas, pero no acceder nunca a matar a la inocencia, ultimar la posibilidad más bella de la ternura.

Tenemos que ser fundamentalistas con la protección de la vida. No se puede atentar contra el viejo milagro de la existencia.

Agredir el viejo truco de Dios. Jamás permitir el desliz de desperdiciar lo más prodigioso que tenemos porque si, porque nos da la gana. Porque es una muestra de avance. Porque parece que matar permite el desarrollo, consolida la libertad y la democracia.

Si es así, yo no quiero ser feminista, ni progresista, ni liberal, ni vanguardista, ni nada. Rechazo cualquier derecho manchado de ignominia. Me declaro con gusto, anacrónica, cursi, retardataria, reaccionaria, ignorante y despistada.

Con esto yo no quiero ser simpática, popular o aquiescente. No se puede estar con Dios y con el diablo. Que no haya excusas, ni plazos, ni medias tintas. El asunto es no transigir. No dejar ninguna posibilidad. No permitir ningún resquicio.

Es que nadie debe tener ese derecho. Caramba, y si accedemos a darle a alguien esa terrible potestad, que no haya dudas, mañana deshumanizados, insensibles, crueles, perversos y despiadados, accederemos sin remedio a permitir cualquier cosa y todo lo demás.