Los médicos católicos denuncian que los abortos y otros tipos de destrucción embrionaria superan holgadamente el número de las muertes “naturales” (por enfermedad, accidente,...) que ascienden al año a unos 54 millones.
También que “el útero se convierte, pues, en el lugar más peligroso para la vida humana, cuando en realidad debería proporcionar la mejor protección y seguridad al no nacido”.
Por otra parte, señalan que el crecimiento de la contracepción no ha llevado a la reducción del número de aborto, sino todo lo contrario, los ha aumentado: “Junto con la contracepción poscoital y la intercepción, inclusive la RU 486 y la vacuna antibebés, podemos razonar que hemos llegado a una muerte cada vez más perfeccionada de la vida humana prenatal -destaca el documento-. Las consecuencias para toda la humanidad son inconmensurables”.