Aborto y relaciones humanas

Hay quienes intentan por todos los medios no llamar hijo al hijo. Lo denominan embrión, “producto”, “puñado de células”, un ser subhumano. Esas y otras fórmulas intentan ocultar la relación básica: ese ser humano es hijo, e hijo de una madre y de un padre.
Rechazada la relación, incluso negada en la mente y en el corazón, resulta más fácil presentar como aceptable el proyecto de acabar con la vida del hijo. En efecto, reconocer y afirmar que el aborto es matar al hijo en el seno de su madre resulta muy duro. Decir, en cambio, que el aborto (o, como algunos prefieren, la “interrupción voluntaria del embarazo”) es detener el desarrollo del “producto” para luego extraerlo del cuerpo de la mujer parece más vendible a los ojos de la sociedad.

Pero dejar de lado ciertas palabras no puede ocultar las realidades que tales palabras expresan. Porque todo embrión es, se diga lo que se diga acerca de él, un hijo. Existe gracias a unas relaciones y pide, simplemente, ser acogido, respetado, amado, como hijo de su madre y de su padre.
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