Barragán relacionó la tendencia a ampliar todavía más el aborto con la "revolución sexual" y la "trivialización del sexo" que además de separar "la procreación del acto sexual" entiende éste último como "un pasatiempo pasajero, del que es necesario evitar las 'malas consecuencias'".
Según la visión de la Iglesia, en cambio, "la sexualidad es la expresión máxima del amor entre dos personas de sexo opuesto y esa expresión máxima significa la donación total y absoluta de una persona a la otra. Una persona con otra para siempre. Y a eso se le llama matrimonio, que a su vez, es el origen de la familia", explicó.
"Por eso jugar con la sexualidad es jugar con la fuente de la vida, y por tanto destruir la familia, que es la fuente de la sociedad y, en último término, destruir también la sociedad". En resumen, "una ley como esta atenta contra la misma sociedad", al contrario de lo que debería ser "la primera prioridad de cualquier Gobierno, es decir, construir el bien común". En este caso, en cambio, "se está construyendo el mal común", aseguró.
Barragán recordó que la pena de la excomunión recae sobre las personas que procuran o ayudan directamente en la realización de un aborto. Es decir, la mujer, los médicos y enfermeras y otras personas que tomen parte de modo directo, pero no en el legislador.
"El legislador no está mandando el aborto sino que sólo lo despenaliza. Es verdad que lo hace mal y está pecando, pero no colabora directamente y por ello la Iglesia no le impone la pena máxima que es la excomunión", detalló.