El aborto, tema incómodo

Cuando se escribe o se habla del aborto, todo el mundo se siente incómodo. Ello es así porque en el problema estamos involucrados casi todos, y no queremos o no nos atrevemos a aceptarlo. Actuamos como si el tema no tuviera nada que ver con nosotros, y esto no es cierto, porque sí tiene que ver, y debemos dar una respuesta moral. No lo hacemos, porque muchos no nos atrevemos a aceptar el quebrantamiento o la falta cometidos. Ésta pudo haber sido de pensamiento; de palabra; de obra, o de omisión, o quizá de varias de estas modalidades.

Faltamos de pensamiento, porque quizá nos imaginamos que el aborto es conveniente y útil; faltamos de palabra cuando hablamos del tema sin conocimiento pleno. Faltamos de obra, cuando promovemos el aborto, participamos o lo realizamos. Por omisión, porque callamos y nada hacemos para evitarlos; sólo miramos hacia otro lado, sin importarnos nada.

Pero, este cómodo efugio de silencio es perturbado, felizmente, por las voces de alarma, los clamores y las altisonantes denuncias hechas por numerosos movimientos y organizaciones pro-vida, las cuales acogen los reiterados y vehementes llamamientos a favor de la vida –contra el aborto y la eutanasia- que hacen las iglesias cristianas, principalmente la católica, para la cual "la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, no es negociable".