Y es que cuando la ley se vulnera sistemáticamente, en un determinado aspecto -el aborto en este caso- arrastra consigo un río de irregularidades, es la metástasis del delito. Esto es precisamente lo que se niegan a ver y leer quienes defienden el aborto, y eso es lo que acaba perjudicando a la mujer a quien dicen defender .El riesgo se acentúa por el hecho de que ahora se conoce que Morín sufre el SIDA y está bajo tratamiento como mínimo desde 1998, hace diez años.Su presencia y actuación en los abortos de riesgo, su intervención en algunos casos, además como cirujano que se declara, comporta un factor de peligro para la persona que ésta desconoce absolutamente.No se trata de demonizar a las personas aquejadas de SIDA, pero es evidente que hay determinadas actividades médicas, las quirúrgicas, las odontológicas, o, evidentemente las relacionadas con el aborto, que por su naturaleza deberían evitarse que fueran realizadas por profesionales que se encuentran en estas condiciones y que, en todo caso, si no fuera así, al menos el paciente estuviera informado y diera su consentimiento, porque la protección al enfermo de SIDA no puede significar un riesgo ignorado y desmesurado para la persona atendida.
El caso Morín salpica: la metástasis del delito